Los letraheridos ya contamos con un refugio más. En el hermoso volumen El infinito en un junco, que en sí mismo contiene otros cientos a través de referencias y acertados comentarios, Irene Vallejo nos consigue transmitir la grandeza oculta que a lo largo de milenios ha viajado con los libros. Modificando los soportes, esquivando censuras, atravesando destrucción y guerras, perviviendo escondidos en baúles, bodegas, huecos de paredes, o aprendidos de memoria por los interesados, sus letras aún nos informan y nos ayudan a repensar el mundo. En esa caja de anhelos, de vivencias, de esperanzas caben todas las preocupaciones y todos los estados del ser humano: el amor, la locura, la clemencia, el odio, la admiración, el deseo, la venganza, la ternura, la envidia, la amistad, el desprecio, la sensatez, la ecuanimidad, la ira…
Desde los confines de los territorios conquistados por Alejandro Magno a la occidental Gades, pasando por las riberas del Nilo, el viaje que nos propone rebosa entusiasmo y literatura, estantes polvorientos y anaqueles de mármol donde las mentes más preclaras depositaron sus conocimientos. “Sueño de una sombra es el ser humano”, explica Píndaro, y por ello hay un homenaje hermoso a los textos supervivientes, aquellos cuya tinta no pudo ser borrada por el tiempo. Pero además se rescata del olvido a la parte femenina y creativa de la Historia, sistemáticamente relegada al ostracismo por los historiadores masculinos. Los libros, esos objetos “de cuidado del alma”, esa “extensión de la memoria” que decía Borges, esa feliz intromisión en los universos ajenos, flotan, salvándose, en todos los párrafos de esta obra.
Si te gusta la literatura en cualquiera de sus posibilidades, si alguna vez amaste las palabras que nos han legado aquellos sabios griegos y romanos, si piensas que las buenas historias pueden llegar a suplir a las imágenes, creándolas ellas para ti en privado a través de la lectura; si eres de los que sientes un placer indescriptible al empezar un nuevo texto y una leve tristeza cuando este llega a su fin, compra o busca en alguna biblioteca este ensayo de Irene Vallejo. En él son protagonistas los juncos que sirvieron para crear los pergaminos enrollables del antiguo Egipto y los catálogos perdidos de la Biblioteca de Alejandría, los escasos fragmentos rescatados de las poetas romanas y el Aleph de Borges, Séneca y Víctor Frankl, Ovidio y Paul Auster, Homero, Horacio, Marcial y una lista interminable de clásicos. Larga vida, pues, a este objeto único que amplía nuestros horizontes, que humaniza y enseña, que nos desvela infinitos secretos. Porque un libro, parafraseando al gran soñador sedentario que fue Pessoa, “no es nada, nunca será nada; pero aparte de eso, lleva dentro de sí todos los sueños del mundo”.