Chessman is changed to the shadow of the crown. Idea concept

¿Meritoqué?

La meritocracia se define en el DRAE como aquel sistema de gobierno en el que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales. En los últimos años se nos enseñó a creer en ella y a defenderla por encima de todo. Parecía lógico premiar a los mejor preparados, hasta que el filósofo Michael Sandel lo ha puesto en duda con su libro <<La tiranía de la meritocracia>>. En él cuestiona este ideal de las sociedades desarrolladas por considerar que perpetúa en sus privilegios a las élites, o lo que es lo mismo, ignora al grueso de trabajadores que no han alcanzado el éxito, provocando su resentimiento y desafección hacia el poder. Según él, Donald Trump, el Brexit y los populismos que recorren el mundo son las consecuencias negativas de haber adorado a este falso ídolo. Y tiene bastante lógica el razonamiento, porque las personas que han llegado a lo más alto, pagadas de sí mismas, pueden llegar a pensar que quienes se quedaron atrás son responsables de su propio fracaso.

No es tan sencillo. Sandel asegura que a las universidades que forman a las élites que luego terminan en los puestos de gobierno llegan solamente los hijos de los ricos. Por otro lado, hay infinidad de trabajadores esenciales para el buen funcionamiento de la sociedad que están mal pagados, y propone que se reconozca y se mejore esta situación. Es difícil no conectar con estas ideas que ponen el foco en mejorar la vida de casi todos. Si olvidamos que el conductor del camión que todas las noches recoge la basura que producimos es más importante que el especulador de Wall Street, por muchos millones que este último maneje a golpe de ratón, vamos por mal camino.

Quizás debamos enderezar la situación educando en la cultura del esfuerzo pero sin dejar atrás a nadie, porque quienes no tienen un título universitario quizás no es por falta de capacidad, sino por un cúmulo de circunstancias sobrevenidas: familias desestructuradas, inestabilidad económica, progenitores robasueños, la necesidad de ponerse a trabajar siendo muy jóvenes, etc. Y además un albañil, un fontanero o un celador de hospital tienen trabajos más duros, cada día, que un eurodiputado o un congresista de los EEUU. No habrá justicia en este bellísimo planeta azul mientras algunos ciudadanos mantengan amplios privilegios y remuneraciones elevadas por estar en la cima de la escala social, y la gran mayoría que sustenta el sistema con arduos trabajos, honestidad y paciencia no pueda acceder a una vivienda, educar a sus hijos y desarrollarse como persona porque su sueldo lleva congelado una década o el mercado laboral lo ha expulsado sin contemplaciones por culpa de la globalización.

Esto no significa que debamos olvidar la cultura del esfuerzo centrada en formar a seres cívicos y responsables que ayuden con su grano de arena a mejorar el bienestar común, sino que ha de armonizarse el reparto de la riqueza. Para muestra, un botón: los primeros viajes turísticos al espacio (más bien a las capas exteriores de la atmósfera) cuestan 20 millones de dólares por pasajero. Solo con ese dinero se podría sacar de la pobreza extrema a 3.000 personas durante una década. ¿Hay algún mérito en llegar tan arriba si después se vive con los ojos vendados?