No puedo estar más agradecido a la cercana Casa del Libro de Albacete (a su encargada Begoña, a Esther, a Mª de los Llanos…) y a Escalopendra Books, lugar mágico de San Clemente (Cuenca) gestionado por Javier F. Albareda, pues consiguieron transformar el mes de abril en un encuentro con los lectores futuros de «Osuna», a través de la firma y la presentación del libro, respectivamente. Sirvan estas imágenes para dar testimonio de algunos de ellos, sin los cuales no tendría sentido escribir.
He de agradecer sobre todo a mi mujer, la actriz Ana Belén Casas, su constante predisposición y entrega para acompañarme en ambos actos y dar vida con su impagable voz e interpretación a determinados momentos de la novela. Donde ella está, nunca hay sombras. Su natural don para comunicar logró trasladarnos al siglo XVII una vez más. Y debo reconocer lo fácil que nos hicieron las cosas Begoña y sus compañeras en Casa del Libro, derrochando amabilidad y oportunos consejos para que el día fuese una fiesta de los libros a la que nosotros, sin duda, nos unimos. También he de agradecer la acogida y el trato del exquisito Javier en esa joya de La Mancha que es Escalopendra, un lugar único donde el vino y la literatura de calidad realizan a diario el mejor de los maridajes. Allí tuve la suerte de contar con la presentación de la dramaturga Teresa Valeriano, cuya introducción, entrevista y lecturas ennoblecieron el acto. ¡Muchas gracias! Por último, debo resaltar la atención de Mada (teatrera de pies a cabeza), Yolanda (entrañable concejala), Teresa Labajos (artista plástica), así como del resto de espectadores, pues escucharon con silenciosa delectación las peripecias del III duque de Osuna y los entresijos que me llevaron a trasladar al papel su vida.
Sin libros y sin vino el mundo continuaría, pero sería menos rico en matices, casi despoblado de sueños y con algo más de tristeza en los rictus. Larga vida a los lugares con encanto, a las personas curiosas y a esos dos locos quijotescos de Chamán Ediciones (Pedro Gascón y Anais Toboso) que un día soñaron con publicar libros y hoy los exhiben con orgullo en los estantes de pequeños y grandes lugares, allí donde un lector ojea títulos y sinopsis en busca de nuevas historias.