Conozco a bastantes personas que quieren escribir una novela y, por mucho que lo intentan, no lo consiguen. Cuando hablas con ellas, las frases más repetidas para justificarse son las siguientes: “Yo no tengo paciencia para ello”, “Quizás en un futuro encuentre el tiempo necesario” o “Quiero hacerlo, pero no creo que tenga calidad suficiente”. Son excusas válidas. Todas lo son. Ahora bien, desde mi punto de vista, la respuesta que habría que repetirse todas las mañanas si queremos finalizar una obra que nos parece inabordable por compleja, extensa o porque nos obliga a transitar caminos que nunca hemos recorrido, debería ser del tipo: “Puedo hacerlo y lo voy a realizar, cueste lo que cueste”. Las tres partes de la frase son importantes. El “puedo hacerlo” nos da la confianza y la fuerza, ya que si otros lo han hecho, nosotros también podremos; y si lo pensamos bien, ¿qué nos impide al menos intentarlo? Necesitamos convencernos de que sabremos resolver las dificultades que surjan, sean cuales sean. “Lo voy a realizar” verbaliza el compromiso imprescindible necesario para llevar a cabo un trabajo de envergadura. Sin el firme propósito de volver a la tarea por hacer una y otra vez, que es lo que debemos interpretar en estas palabras, no llegaremos a buen puerto. Por último, y quizás el más importante, he escrito “cueste lo que cueste” como recordatorio de que nunca el viaje resultará cómodo ni fácil, y en ocasiones habrá que hacer concesiones personales (de tiempo, de reuniones con amigos, de sueño perdido…) para centrarnos por completo en la labor que, curiosamente, se asemeja mucho más al pico y pala que al encuentro idílico con las musas.
Y se me ocurren muchas más cosas que podemos hacer: leer a aquellos autores que nos sirvan de inspiración, ponernos horarios fijos de escritura o para planificación e investigación, si lo necesitamos; escuchar lo que dicen otros escritores en entrevistas cuando hablen de su proceso creativo, trabajar resúmenes, esquemas, fichas de personajes, análisis de la época… Pero lo más importante es que estemos convencidos y tengamos unas ganas locas de contar algo, algo que solo nosotros debemos contar y nadie más.
Olvídate del estilo (llegará solo), de los manuales de escritura (te cosifican), del qué dirán (porque nunca gustarás a todo el mundo) y por supuesto de lo bien que escriben esos centenares de escritores que has leído a lo largo de tu vida y a los que ves en un pedestal demasiado alto como para hacerles sombra siquiera. No es tu misión. Tu deber ineludible, hoy, ahora, desde este instante es coger el proyecto con el que sueñas y hacerlo realidad paso a paso, sin prisa pero sin pausa, añadiendo un gramo de convencimiento tras cada obstáculo superado, tras cada línea terminada. Ponte a ello de inmediato, en cuanto termines de leer este artículo, y no cejes en el empeño hasta alcanzar la meta, porque aquello personalísimo que tú no hagas quedará sin hacer para el resto de la eternidad. Tu novela empieza aquí.