El gran jurista italiano Luigi Ferrajoli ha tenido la novedosa idea de proponer una Constitución Mundial que, de llevarse a cabo, tendría que ser firmada por todos los Estados soberanos (196). Y además ha acompañado su propuesta con el borrador de los primeros cien artículos de la misma. Sabemos la dificultad de llevar a buen puerto algo tan complejo, pero al menos serviría para que se hable de ello y quizás se comiencen a dar los primeros pasos en esa dirección.
El futuro perfecto algún día dejará de ser una forma verbal y pasará a convertirse en una realidad cotidiana. ¿Por qué no creer en ello? La era tecnológica en la que vivimos hoy día hace del mundo un lugar cada vez más accesible y cercano. Los productos de consumo se distribuyen por todo el globo a pesar de los intentos de fomentar el comercio sostenible y de cercanía. Por otro lado, mientras las casas domóticas son una realidad en determinadas latitudes, en otras se lucha para conseguir agua corriente o luz eléctrica. La desigualdad nunca se ha visto de manera tan clara y expuesta como en estos días. De ahí que resulte una aportación fundamental la propuesta de Ferrajoli, porque la humanidad solo tiene posibilidades de éxito si se rema en la misma dirección. Como otros documentos marco contendría unos acuerdos de mínimos, pero cuya importancia sería vital para millones de personas. Y si todo ciudadano nace con el derecho a una vivienda digna, a comer tres veces al día, a una educación básica y a desarrollarse a través de un trabajo donde se le respete, será tarea común conseguir poco a poco estos hitos.
Nunca es fácil alcanzar la meta, sin embargo todos los logros nacen siempre del primero de los pasos. Ponerse a caminar ya es decidir salir del “statu quo”, tomar partido por la acción en lugar de la pasividad. Habrá que convencer a algunas naciones con líderes reticentes o menos generosos, cuyas dudas y egoísmo ralentizarán la consecución del objetivo central, pero el tiempo dará la razón a quienes se adhieran a tan noble utopía. Porque si algo nos demuestra la historia es que la ciencia ficción del presente se transforma en cotidiano existir en los años venideros.
Hay que destacar además que uno de los puntos fuertes en este documento sería aquel que prohibirá las guerras. En lugar de enfrentamientos, colaboración; en vez de la fuerza, negociación. Estas habilidades superiores son las que nos distinguen de la mayoría de seres vivos que habitan nuestro bello planeta azul. Aprovechémoslas. Un ejemplo de ello es la obra maestra del cine titulada “Diplomacia”, donde se nos cuenta cómo una apasionante conversación entre dos representantes de bandos opuestos durante el final de la II Guerra Mundial evitó la destrucción completa de París. Usemos, pues, la diplomacia, pero no en el papel de último recurso, sino como herramienta creadora de nuevas realidades. El mundo que habrá dentro de un siglo está naciendo en estos momentos.